Hace pocas semanas que empezó a emitirse la esperada secuela de Spartacus: Blood & Sand, una serie que empezamos a ver sin unas expectativas concretas pero que contaba con recomendaciones por todas partes. Tras unos primeros episodios en los que las referencias hacia 300 eran mucho más que evidentes y los efectos especiales, ni particularmente buenos ni particularmente originales, la trama empezó a cobrar forma hasta componer una fantástica historia a la que le faltan pocos componentes para ganar adeptos en todo tipo de público, desde los que disfrutan de tramas históricas o épicas, hasta los que echan en falta contenidos abiertamente adultos en TV.
Spartacus, como puede imaginarse, recrea la vida y hazañas del legendario guerrero tracio, de nombre desconocido, que tras ser capturado y esclavizado por su supuesta deserción de las tropas auxiliares romanas, fue lanzado a la arena como gladiador de la casa de Léntulo Batiato, para posteriormente alzarse contra su amo y contra toda Roma. Esta adaptación televisiva tiene poco que ver con la recordada película de Kubrick, al menos en lo que se refiere a puesta en escena.
Spartacus presenta una vigorosa mezcla de violencia sin tapujos, sexo, venganza y traición. Pero también amistad, amor y justicia (en menor medida, cabe decir). A la gloriosa primera temporada le siguió una precuela de seis hermosos capítulos que contra todo pronóstico mantuvieron bien alto el pabellón y casi nos hizo olvidar a Espartaco mientras aprendíamos más sobre el pasado de Batiato, Crixo, Solonio y un creciente reparto que sin duda enriqueció una historia que todavía se encuentra en sus inicios, teniendo en cuenta la historia real de la rebelión de Espartaco y los devastadores efectos que tuvo sobre el imperio romano y su posterior caída.
Gods of the Arena fue, aparentemente, un pretexto para mantener el interés del público mientras el protagonista de la serie, el galés Andy Whitfield, se recuperaba de un cáncer que por desgracia para todos acabó con su vida en septiembre del año pasado. Sin embargo, acabó convertida en mucho más que eso. Creo que es justo decir que con tan solo seis capítulos, Gods of the Arena superaba a la primera temporada en interés y calidad general.
Spartacus mantiene un ritmo fantástico y los primeros capítulos de esta tercera temporada están resultando arrolladores, a pesar de que se echa en falta a Whitfield, ahora relevado por un menos apasionado, intenso y por qué no decirlo, varonil, Liam McIntyre, que a pesar de hacer un buen papel, parte con la enorme carga de estar a la altura del trabajo previo del mencionado y tristemente desaparecido Whitfield.
Vengeance parte del punto en que terminó la primera temporada: Spartacus y muchos de sus fieles compañeros del ludus de Batiato, se revelan contra su señor y consiguen su libertad a base de sudor, sangre y espada. Mientras Crixo busca a su amada Naevia, separada de él por su antigua Domina, Lucretia, Roma envía al legado Claudio Glabro a Capua para detener la revuelta que amenaza con la liberación de la esclavitud romana.
Vengeance contará con diez capítulos de intensidad creciente y creo que ya podemos arriesgarnos a apostar que va a convertirse en una de las series más potentes de 2012 y una de las más recordadas de los últimos años. Para aquellos que no hayáis visto aún la serie y necesitéis disfrutar de una buena historia cuando los niños duermen, no hay mejor recomendación que Spartacus en este momento. Corred, porque en un mes y medio escaso un choque de reyes amenaza con atesorar toda nuestra atención.
Más información: Spartacus: Vengeance en Starz
R.
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